El cuentito de rigor

01-22-2006

Nunca me canso de escuchar la historia de como a Fidel Gamboa lo despidieron de la Universidad Nacional porque nunca concluyó sus estudios musicales formales y por tanto no está calificado para enseñar Artes Musicales. No es el primero en la historia con quién sucede esto y no será tampoco el último.

Y no me canso del cuento pues es signo de lo estúpido que es el sistema educativo en el que estamos metidos. Nadie en sus cabales va a cuestionar la habilidad, profesionalmente hablando, musical de Fidel (aún cuando se le olviden las letras de sus propias canciones). Y la forma en la que cuenta como iba en el bus garabateando pentagramas para ponerles prácticas a sus alumnos es, para mí, signo no solo de capacidad sino también de vocación como educador.

Todo a propósito de que en su concierto de año nuevo Malpaís se lució con algunas variaciones de sus temas. Exactamente lo que uno espera de un concierto: uno no va a escuchar el disco ejecutado frente a uno, uno va a ver como los músicos hacen con su obra lo que les viene en gana. De manera muy apropiada para el marco del Jazz Café, algunas obras adquirieron una variante jazzística muy reconocible (Muchacha y Luna, Tras el ventanal). Alguna de todas (Zapateado probablemente, pero no estoy seguro) incluso con un estilo fusion evocatorio de Metheny.

Echo un tanto de menos un buen jam de Iván Rodríguez (porque tiene de dónde y lo ha hecho en el pasado), pero eso no quiere decir que las pequeñas improvisaciones de Fidel no sean apreciadas, ¡por el contrario!

¿Pero entonces por qué no está Fidel en un aula, ayudando a otros a alcanzar el grado de conocimiento del arte que él a todas luces domina? Porque le falta un pedazo de papel, por eso. Uno donde otra gente opine oficialmente que es un virtuoso.

Un día la UNA terminará otorgándole un grado de doctor honoris causa. ¿Va a cambiar eso en algo la forma en la que Fidel ejecuta su arte o su capacidad como docente? No.



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