09-06-2007
El siguiente es un artículo elaborado por la diputada Andrea Morales Díaz, una del selecto grupo de diputados a los cuales uno les escribe a su correo electrónico y efectivamente contesta, y no solo contesta sino que contesta ella (esta clase de honestidad parece que ha sido olvidada por quienes lo que buscan es meter la mano en el bolsillo ajeno).
En la Asamblea Legislativa hubo un día que marcó historia, aquella anaranjada tarde en la que 38 diputados se proclamaron la mayoría cantante del parlamento, un grupo pluripartidista, con ideologías diametralmente opuestas y planteamientos de campaña distintos; sin embargo, unidos por un objetivo común: aprobar el modelo liberalizador del TLC y su agendita de implementación. Fue así como un proyecto, hijo de la globalización, logro unir a evangélicos, humanistas, socialistas y libertarios en un modelo de talla mundial, impulsado por una potencia económica de reputación cuestionable. Cabe preguntarse cómo es posible fusionar ideologías en teoría contrapuestas. Bueno, es válido suponer que ha habido cambios en las bases y fundamentos de estos partidos y que para muchos de los integrantes de esta alianza los principios socialistas valen ser modificados para integrarnos al mundo. Porque si algo queda claro es que para el PUSC y su derivado más recalcitrante (ML) no hay modificación sustancial en cuanto a lo que nos han venido recetando e impulsando por décadas, empero para los verdiblancos surgen contradicciones filosóficas insoslayables. Debo confesar que estas contradicciones, por venir de este partido, “subjetivizan” mis letras: yo fui militante en sus trincheras cuando era muy pequeñita. Guardo algunos gratos recuerdos que me hacen ser más crítica aún con el giro que ellos han dado. En realidad, a pesar de que los envases son distintos todos los partidos políticos representados en estos 38, nos ofrecen lo mismo: la receta latinoamericana de lo que don Otón Solís ha llamado “neoliberalismo tropicalizado”.
¿Qué es lo que en verdad nos ofrece este modelo que proclaman mis semejantes? Nos ofrece un país sin derecho a su soberanía, un modelo que exporta la idea del beneficio máximo, mediante el cual impera la ley de la jungla, es decir el mas fuerte es el que se beneficia, condenando así a la pobreza, a los grupos vulnerables y débiles de nuestra nación. Esta no es una pose melodramática de mi parte, al contrario, estoy siendo moderada. Basta ir a un botadero en Tegucigalpa, del cual se alimentan 500 familias, para darnos cuenta de estas políticas globales no están funcionando. Este modelo es injusto y actualmente hace que en nuestro planeta cada 5 segundos un niño menor de 10 anos muera de hambre. Esta situación es inmoral. Este planeta, en condiciones normales, podría darle sustento racionado a 12 mil millones de seres humanos. Estas tragedias nos hacen concluir que hay que revisar este sistema. La economía globalizada supone que todos disfrutaremos de los progresos económicos, tecnológicos y sociales, sin barreras arancelarias, pero lo que en verdad ocurre es que se crean pequeños grupos extremadamente ricos y por otro lado sume en la oscuridad y exclusión a continentes enteros.
Es desolador reconocer que quienes realmente gobiernan son un reducido grupo de corporaciones financieras transnacionales a quienes les dejó de importar la justa distribución de las riquezas y quienes a través de su dictadura invisible, nos obligan a ver impávidos la injusticia. Lo más grave de este poder oligárquico es el juego perverso en que nos manipulan a través del miedo; miedo a perder el trabajo o a no conseguirlo. El TLC resulta pernicioso. Es malo porque nos somete a estas reglas del capitalismo de la selva. Aunque nuestra legislación laboral no se deroga, sí nos condena a flexiblilizar el régimen de trabajo de forma que cada vez se tendrá que trabajar más a cambio de menos.
Ante este modelo nos queda solamente una opción para la dignidad nacional y es el fortalecimiento de los valores impulsados en el pasado, como la democracia, la lucha por el respeto de nuestra soberanía, la solidaridad, la autodeterminación, en fin, el fortalecimiento del estado nacional, que garantiza los servicios estratégicos a todos los costarricenses. Para esto es necesario desmitificar aquella frase que dice: “la intención es buena, pero no se puede, hay que ser realista”. Como joven, me luce ser soñadora y no creo que deba ser un adjetivo exclusivo de mi generación. Creo que puede alcanzar a todos los grupos de nuestra sociedad. No debemos temer al aislamiento, porque nuestro país tiene una de las economías más abiertas de Latinoamérica; no debemos temer a no seguir este camino que solo desigualdad ha creado. Yo creo que es posible resistir éste modelo, también creo que habrá valientes que se nos unirán, aunque esta resistencia sea contra un modelo tan poderoso. El planeta no aguanta más la desigualdad y poco a poco se oirán voces de otros países del Istmo que buscarán esta senda. Estoy convencida que este cambio se presentará por medio de un proceso sutil y silencioso a través del tiempo. Mi afán juvenil espera ver a la Costa Rica que tanto añoro… aunque tenga que esperar.