09-18-2005
¿Todos entendemos lo que es “el 15″, no? Sí, ese 15: el día en que celebramos nuestra independencia de España. Son ya muchos los años durante los cuales en esta fecha no asisto a un desfile o en general tomo parte de las celebraciones propias del día, lo cual no quiere decir que no me interese. Es solo que no soy el tipo de persona que encuentra entretenido pasar varias horas al sol rodeado de ruido y tumultos.
El pasado 15 me encontré en la mañana desayunando y viendo “Buen Día”, el programa de Edgar Silva en canal 7. La gente del canal hizo algo realmente grandioso: montó un turno. Bueno, bueno, un poco elegante, ¿dónde se ha escuchado de un turno con servicio de “catering”? Pero el sentimiento vale. Se montaron un turno con comida: tamales, maduros, arracache y prestiños provistos por una señora que viene de Nicaragua pero que trabaja en Santa Ana desde hace un montón de años. Además tenían todo tipo de juegos: botellas con aros, pirinolas, ruleta (de las bien ticas, no de las de Montecarlo) y por supuesto bingo.
Durante el programa también presentaron algunos reportajes sobre símbolos patrios y similares (así aprende uno cosas como que el venado es el animal nacional, por iniciativa del MINAE). Una profesora de la Universidad Nacional explicó el significado de ellos y señaló algunas curiosidades al respecto. Por ejemplo “noble Patria tu hermosa bandera / expresión de tu vida nos da / bajo el límpido azul de tu cielo / blanca y pura descansa la paz / en la lucha tenaz de fecunda labor / que enrrojece del hombre la faz / […]“. Es cierto que en la escuela se habla del himno y todo lo que quiere decir: las dos primeras estrofas del himno se refieren a la bandera, y como sus colores reflejan la vida de la Nación. Hay sin embargo un detalle muy simple que no recuerdo mencionado en aquella época: el rojo de la bandera no se refiere a sangre derramada, se refiere a sangre viva, la que a través del trabajo torna roja la faz del hombre. Es una forma muy positiva de ver las cosas. Hay que recordar que si bien la música del himno viene de mediados del siglo XIX, la letra es de 50 años después, después de haber pasado por toda la campaña del ’56 y los varios golpes de estado de finales de siglo, es decir, había suficiente sangre derramada que recordar. Contrasta con los himnos europeos, mayoritariamente marchas, de los cuales el más conocido es probablemente “la Marsellesa”: “a las armas, ciudadanos / formad los batallones / marchad, marchad / que la sangre impura / fluya por las trincheras”. Es un himno que habla de liberación y grandeza, pero también habla de muerte y venganza.
“Conquistaron tus hijos, labriegos sencillos, / eterno prestigio, estima y honor / […]” es tal vez donde nos estamos perdiendo. Este pueblo fue una vez uno de labriegos sencillos, que valoraban el honor. Hoy en día hablamos por un lado de nuestro grano de oro, que trae prosperidad al país, pero por otro no somos costarricenses los que vamos al campo a recogerlo, pues esa labor “es para campesinos.” No es malo querer prosperar, y no es malo querer aspirar a más, pero es peligroso no saber hacia qué cosa se quiere prosperar, no saber a dónde se quiere llegar. La independencia se trata de tener una identidad, pero no de ver para atrás y querer volver tradiciones pasadas tan solo por volver a ellas. “Cuando alguno pretenda tu gloria manchar, / verás a tu pueblo, valiente y viril / la tosca herramienta en arma trocar.” Una vez este pueblo tornó picos y palas en armas para defenderse. ¿Lo haríamos hoy? ¿lo estamos haciendo hoy?