Compartiéndola

03-14-2006

En los países civilizados — y léase bien, civilizados, no desarrollados — existe un concepto que yo hubiese pensado que por nuestra condición de subdesarrollados nos era natural, pero la gente insiste en demostrar que estoy equivocado.

Compartir.

En particular, compartir una impresora. Una impresora es la cosa que está de segunda en la lista de cosas que no quiero en una computadora. La primera es una unidad de disquette. La impresora es sin embargo un mal sin el cual es difícil vivir y admito que de cuando en vez necesito de una, aunque sea para una cosa tan ridícula como hacer una carta, que cuando llegue a su destino será escaneada y enviada a su destinatario en forma de archivo PDF por correo. Ridículo porque resulta que si le ofrezco a la destinataria enviarle la carta directamente en dicho formato y por correo electrónico que contesta que no, que eso va contra la política del centro.

La impresora…

Mi oficina está en el cuarto piso. Las impresoras están ya sea en el tercero o el quinto. La del quinto está en la oficina de un animal de granja al cual ha sido imposible convencer de que no apague la impresora, pues en primer lugar no es necesario: alguna cantidad indeterminada de ingenieros en Hewllet Packard se rompieron el coco haciendo que la impresora estando encendida pudiese casi apagarse sola, pero de todas formas poder reccionar cuando alguien la necesita, que es precisamente el punto, ya que una impresora es una cosa que se usa cuando mucho el 5% del día. La segunda razón para no apagar la impresora es precisamente que las personas que la usan están en tres pisos diferentes, y no es divertido subir hasta el quinto, para no encontrarse con el documento impreso sino con el hecho que el supradicho animal de granja apagó la supradicha y suprapisa impresora.

Ocurre con una frecuencia apabullante que la secretaria (y me disculpan el término, pero vayan con el cuento de PC a hablarle a un burro si quieren) se queja porque no tiene impresora. ¿Y la que está al final del pasillo? Es que esa no es mía. ¿¡Perdón!? ¿Suya? ¿qué de lo que hay aquí es suyo? Lo que tiene que ser suyo es la idea de que en este lugar los recursos deberían utilizarse en forma racional, y que no hay que salir corriendo a comprar una impresora porque Vd. no quiere caminar 16 metros (medidos con güincha) de ida y 19 de vuelta (porque cada vez que te levantás, de vuelta pacoteás quince minutos con la otra secretaria para evitar la fatiga).

Lo deprimente del asunto es que la gente que se supone que tiene que velar por el uso racional de los recursos… ¡va y le compra la impresora a la secretaria para que no tenga que caminar hasta el final del pasillo!



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