05-09-2006
Diferentes personas rescatarán diferentes aspectos del discurso del señor Presidente de la República. Algunos dicen que el discurso es una obra de arte literaria; otros dicen que abordó temas importantes y relevantes para el futuro del país; otros que no solo dijo que había que hacer sino que también dijo como hacerlo (estos escucharon un discurso diferente al que el señor Presidente pronunció en el Estadio Nacional, pero eso es otra cosa); otros dicen que el discurso tuvo un gran tono de ilusión, de ilusión renovada de hace veinte años, que poco le faltó para repetir los “ocho escalones.”
Desde mi punto de vista el discurso de Arias es interesante pero no motivamente. ¿Alguna vez han escuchado a un orador pronunciar un discurso que hace que les corra una especie de cosquilleo por todo el cuerpo, emoción que llaman? Yo lo he sentido muchas veces, más no ayer. Ayer hubo muchos momentos escritos para eso, y ninguno me convenció.
“Nunca más nuestras carreteras, puertos y aeropuertos serán
un motivo de vergüenza nacional; nunca más condenarán a nuestros
productores a pasar por una pesadilla para vender el fruto de su
trabajo; nunca más castigaremos al aislamiento y al atraso a las
comunidades rurales más alejadas.”
Sí, es muy lindo desde el punto de vista retórico, ¿pero es realmente posible en nuestra realidad actual? Tal vez el señor Presidente sabe algo que el resto no… y lo siento, “solucionaremos la perenne crisis fiscal del estado costarricense” es un qué, no un cómo.
En el discurso hay un punto particularmente rescatable:
Hemos escogido adoptar la indecisión como método para
enfrentarnos a la vida. Desde hace ya muchos años hemos perdido como
país el impulso y la dirección, y en un camino empinado eso sólo
puede conducir al retroceso.
Por esa ruta hemos llegado a un momento límite. No podemos seguir
vagando sin norte, discutiendo interminablemente entre nosotros,
persiguiendo el espejismo de la unanimidad, consumiendo lo mejor de
nuestro días y nuestros esfuerzos como si el tiempo no existiera,
como si la marcha de la historia se hubieses detenido para espera
que la pequeña Costa Rica decida algún día levar anclas.
Es oficial: la unanimidad es un espejismo. De ahora en adelante se hará todo lo posible para conseguir mayoría y nada más. Después de todo, al gobierno llegó por mayoría, sí, por un puntito, pero por mayoría. Lo que aprendimos de febrero del 2006 fue exactamente eso: la mayoría, por pírrica que sea, es mayoría y alcanza para todo.
Esto, en Costa Rica, es receta para el desastre. Ayer, aún cuando los medios de comunicación comerciales parecen haberlo ignorado intencionalmente, hubo entre cinco y quince mil personas protestando contra la toma de posesión, algo nunca antes visto en este país. Si cinco mil están suficientemente disconformes como para movilizarse, ¿cuántos más son los que por una razón u otra no estuvieron presentes pero apoyaban la intención y la expresión?
No es algo para ignorar.