02-12-2007
El que tuvo la idea para esa señal de tránsito hace medio siglo posiblemente era un pariente lejano de Nostradamus que por una equivocación en la interpretación de un sueño fue a dar a la Suiza de Centroamérica en lugar de a la que si va en serio y falta de otras opciones emprendió carrera como diseñador de senalización vehicular. Es posible que mientras veía en la bola de cristal no pudiese comprender por qué habían tantas vacas y yegüas en medio de lo que aparentaba ser una cuidad por demás normal, así que prefirió cortar por lo sano y se inventó toda la señalización de la que gozamos hoy en día, incluído el letrero de “peligro, animales en la vía.”
Hace ya semanas y semanas me pican los dedos por escribir esto, pero las noticias referentes al tema han alimentado tanto los bolsillos de los medios de entretenimiento del país que he preferido optar por el silencio en lugar de — aparentemente — caminar el camino del comentario obvio a falta de temas, imaginación, o ambas. Hoy no es diferente, como los lectores de los diarios amarillos y rojos podrán atestiguar, y en realidad no existe razón para que este día lo sea. Simplemente me pica la lengua (o los dedos).
Todas las mañanas sin excepción en mi corta ruta de diez minutos al trabajo me encuentro con dos cosas que tal vez requieren de más detalles del entorno para poder ser adecuadamente apreciadas. Un detalle relevante es que el 80% de la ruta transcurre por calles de dos carriles en ambos sentidos, y en una parte significativa de la misma incluso existe un carril de viraje. Otro detalle significativo es que ese 80% contiene la totalidad de los semáforos, los cuales suman cinco. Otro más es que toda la ruta transcurre en una zona urbana, ergo tiene un límite de velocidad de 40 km/h. Algún lector con inclinación hacia los números podría estar tentado a concluir con la información suministrada que el recorrido totaliza poco más 6 km, pero lo cierto es que son menos de 4 km.
Las dos cosas con las que me encuentro son buses transitando por el carril izquierdo y vehículos viajando a 80 km/h. Los buses no dejan de sorprenderme: ¿por qué si el chofer sabe que su próxima parada está a 150 metros, insiste en bloquear cualquier posibilidad de adelantamiento — legal — ah? A 40 km/h le tomará 13,5 segundos cubrir esos 150 metros. ¿Por qué necesita cambiarse de carril por ese espacio de tiempo? ¿es que acaso le resulta personalmente ofensivo transitar por la derecha? ¿se siente con licencia para desperdiciar combustible acelerando y frenando en 150 metros?
Los maniáticos a 80 me resultan más incompresibles: si los semáforos están espaciados más o menos por 400 metros, y todos están colocados en forma tal que es perfectamente posible ver que están en rojo desde 100 metros de distancia… ¿para qué majan el acelerador? Suponiendo que frenen en 20 metros, a 80 km/h someten a los frenos a cuatro veces el esfuerzo que si fuesen a 40 km/h. Si frenan en 10 metros, como muchos hacen, someten a los frenos a ocho veces más esfuerzo. No solo eso, sino que le imponen casi tres veces el peso del vehículo a todo el mecanismo involucrado. En otras palabras: los frenos duran menos. Para terminar de hacerla: no llegan ni un minuto antes pues el semáforo sigue estando en rojo. Y para llevarse en banda al resto del mundo: consumen más combustible.
Tal vez las calles estarían más seguras si le damos licencia a animales de granja, esos seguramente si saben como conducir. Tal vez en la nueva y copiada ley de tránsito contemplen este tipo de cosa.