¿Qué pasa si Costa Rica pierde?

09-04-2007

Hay cosas que pueden ocurrir en mi esfera personal que me causan profunda tristeza, que hacen que se me apriete el corazón y se me quieran saltar las lágrimas de los ojos.

Pero hay cosas que no son — o no deberían — ser personales, y que me causan una tristeza tal vez no igual pero si comparable. Una de esas cosas es que el 7 de octubre pierda Costa Rica y llegue a ratificarse la cosa esa disfrazada como tratado de libre comercio.

Nota de rigor en forma explícita para los estimables lectores incapaces de comprender un punto tan simple: estoy a favor de más intercambio comercial entre las naciones, siempre y cuando este se de en condiciones de reciprocidad e igualdad y dentro de un marco de uso racional de los recursos disponibles; teniendo eso, vendan lo que quieran en la cantidad que quieran a quien quieran.

Me causa tristeza porque ese será el gane de los capitalistas a mansalva; también de los que Mafalda dice que amasan fortuna haciendo harina de la gente; también de esos que recurren a racionalizaciones inverosímiles como que para poder ayudar a los otros tienen que hacerse primero ricos ellos mismos y que de esa forma entonces va a gotear la riqueza (aunque para cuando se hacen ricos, se olvidan que querían ayudar a alguien más); también de esos inútiles que pregonan trabajo duro y constante, pero no son capaces ni de calentar una taza de agua por si solos y le pagan miserablemente a alguien más para que lo haga por ellos; también de esos que capitalizan sobre el malestar, la necesidad y la enfermedad ajena; también de esos que se descosen hablando contra el consumismo, pero que no lo piensan dos veces para comprar cosas que o no necesitan o no usarán jamás o ambas; también de esos a los que Víctor les decía que no eran ni chicha ni limoná …

Me causa igualmente tristeza que gane el miedo, la pila de cuentos respecto a que “te vas a quedar sin trabajo”, “Costa Rica se va a hundir en la pobreza”, “al país se lo va a llevar el diablo”, “el país se sumirá en el oscurantismo”, “Fidel Castro y Ortega quieren que no pase el TLC porque quieren el trabajo para Cuba y Nicaragua”, “el TLC es la única forma de que Costa Rica progrese” y todas esas vainas. Me causa tristeza porque eso quiere decir que efectivamente somos un pueblo de borregos que comemos cuento. Que todos esos patanes ignorantes que deambulan en la calle gritando como energúmenos cuando el equipo de fútbol que favoren gana un miserable partido efectivamente llegaron hasta los puestos donde pueden decidir el destino del país y han accedido a las herramientas para que otros hagan su voluntad. Que aceptamos complacientemente el pan y el circo.

Me causa tristeza porque sería el clavo — para este altura ya no sé si el último o el primero — del ataud de la oportunidad que tiene Costa Rica, la nación y no el pedazo de tierra, para demostrarle al resto del planeta que otro mundo es posible tal como lo ha hecho tantas otras veces en el pasado. Que cambiar la dirección de las cosas, es posible. Que decir no a un modelo avallasador y denigrante sí se vale. Que no tenemos que aceptar fatalistamente un modelo decidido afuera de nuestras froteras, ajeno a nuestra nación. Que mejorar mi condición a costa del resto no es la única forma. Que la ley del más fuerte no es la única opción.



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