De días pasados…

10-18-2007

Hay muchas cosas que pienso que nunca se escriben y muchas cosas que escribo que nunca se publican. Ayer en la oficina se dió una conversación en torno a la Caja, la cual comenzó con alguien expresando que la institución es mala por la naturaleza impredecible de las citas y la atención (esta misma persona defraudó por años a la institución, saquen cuentas) y continuó con varios compañeros manifestando su desacuerdo con tal afirmación, ya que muchos de sus familiares reciben atención en forma periódica, excelente y puntual. Hace unos días leí un comentario de un valeverguista de carnet en torno a no hacerse mala sangre por el resultado de las cosas. Y hoy limpiando encontré uno de esos comentarios no publicados. Creo que encaja en el tema subyacente.

Me causa igualmente tristeza que gane el miedo, la pila de

cuentos respecto a que “te vas a quedar sin trabajo”, “Costa Rica se

va a hundir en la pobreza”, “al país se lo va a llevar el diablo”,

“el país se sumirá en el oscurantismo”, “Fidel Castro y Ortega

quieren que no pase el TLC para que el trabajo se vaya para Cuba y

Nicaragua”, “el TLC es la única forma de que Costa Rica progrese” y

todas esas vainas. Me causa tristeza porque eso quiere decir que

efectivamente somos un pueblo de borregos que comemos cuento. Que

todos esos patanes ignorantes que deambulan en la calle gritando

como energúmenos cuando el equipo de fútbol que favoren gana una

miserable meguenja de cuarta categoría efectivamente llegaron hasta

puestos desde donde pueden decidir el destino del país y han

accedido a las herramientas para que otros hagan su voluntad. Que

aceptamos complacientemente el pan y el circo.

Me causa tristeza porque sería un clavo del ataud de la

oportunidad que tiene Costa Rica, la nación y no el pedazo de

tierra, para demostrarle al resto del planeta que otro mundo

es posible tal como lo ha hecho tantas otras veces en el

pasado. Que cambiar la dirección de las cosas es posible. Que

decir NOa un

modelo avallasador y denigrante sí se vale. Que no tenemos que

aceptar fatalistamente un modelo decidido afuera de nuestras

froteras, ajeno a nuestra nación. Que mejorar mi condición a costa

del resto no es la única forma. Que la ley del más fuerte no es la

única opción.

Ayer escuchaba un programa de radio de alguien que parece que tiene suficiente dinero como para comprar un espacio todos los días y utilizar un recurso público como cajita de jabón para promocionar su negocio disfrazándolo de información objetiva (los gringos tienen la decencia de llamarle a eso “infomercial”) y dentro de todo el discurso repicaba una y otra vez una palabrita: “democracia”. Pensé que esta persona estaba confundiendo términos y realmente quería decir “fascismo” pero su evidente falta de educación política no le permitía diferenciar entre ambas cosas. Luego releí lo citado y caí en cuenta que no es ignorancia sino mala intención.



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