02-26-2008
Una de las cosas que más me ha costado entender es que la Sala IV es infalibe por definición, igual como para los católicos el Papa es igualmente infalibe por definición.
Lo que el Papa diga es cierto. Ese es parte del dogma católico. En el siglo XVII Galileo sustuvo que era la Tierra la que giraba en torno al Sol, y no a la inversa. Ante esto, los papas Pablo V y Urbano VIII tratan de silenciar sus ideas y es bajo la dirección del último que la Inquicisión condena a Galileo a prisión de por vida. El Papa es infalibe e interpreta que lo que Galileo sostiene se opone a las escrituras, por eso la sentencia. Pero también puede cambiar de opinión, y es por eso que Pío VII permite que las ideas de Galileo se difundan (bajo la ficción que la opinión de la Iglesia Católica en este asunto importaba). Y porque puede cambiar de opinión, es que la Iglesia Católica en la figura de Juan Pablo II reconoce, más de 350 años después, que Galileo tenía razón.
La Sala IV es igualmente infalible. Cuando el Papa se equivoca no es posible ir a hablar con su superior y negociar para que el subalterno reconsidere. Cuando la Sala se equivoca, no es posible ir a hablar con su superior porque tampoco lo tiene. Y como la Sala se equivoca igual, igual puede cambiar de opinión como el Papa: solo si quiere, o mejor dicho, en función de que la evidencia de su error es demasiado no contundente sino vergonzosa, y continuar sostiniendo la opinión equivocada puede convertirse en un serio problema de relaciones públicas.
¿Cómo se equivoca la Sala? De muchas formas, por ejemplo puede ser que la opinión per se esté equivocada, como cuando sostiene que en Costa Rica existe un monopolio en telecomunicaciones con origen constitucional. También puede ocurrir que el procedimiento que sigue esté equivocado, como cuando Federico Sosto López, magistrado suplente, participa en la votación de un tema sobre el cual ya había antes expresado públicamente su opinión.
¿Nos toca esperar 350 años para que reconozcan que se cometió un error?