07-12-2009
Leyendo notas al azar, me topé con algo titulado “acelerando RSS“. El artículo básicamente discute como RSS se “está muriendo” porque es muy lento. El autor incluso menciona que pueden pasar hasta quince minutos entre el momento que se publica un artículo y el momento en que los lectores de RSS lo encuentran. El autor lo escribe desde la perspectiva de un “periodista”. Toda la noción compite en lo ridículo con esto otro. De hecho algunos de los comentarios van en la dirección de “¿para qué quiero que el RSS se actualice en dos segundos si yo solo leo mis RSS solo dos veces al día?” Y yo agrego “y además importa un rábano si leo el artículo hoy o mañana.” (Como nota al margen, el problema que se está tratando de resolver es real, tiene que ver con el diseño horrible de los RSS, pero no tiene nada que ver con poder leer un artículo dos segundos luego de que se publica).
Lo raro es que ese “RSS más rápido” ya existe y hasta nombre tiene, pero también tiene su cuota de problemas. Solo para mencionar uno, un día de estos en Identi.ca vi pasar el equivalente de:
fulano: @mengano por favor llamame a mi celular (5555-5555)
y antes de eso, algo como:
sutana: @perencejo necesito que pasés ahora más tarde por mi casa a dejarme aquello
El hecho que estos dents existan solo quiere decir que “fulano” y “sutana” no son capaces de ver la frontera entre la esfera pública y la privada. Es perfectamente factible mandar mensajes privados en Identi.ca, pero por omisión todos los mensajes son públicos. Más allá de eso sin embargo, a mi ¿qué me importa si necesitás “aquello”? Es difícil explicar qué cosa es Twitter, pero la sabiduría colectiva lo resume muy simplemente: ¿qué me importa a mí saber que te acabás de tirar un pedo? Lo que sutana hizo va más allá, pues en el caso de la emanación gaseosa con mal olor uno todavía se lo puede endilgar al exhibicionismo, pero en este otro es algo estrictamente privado que concierne solo a dos personas.
Sutana en escencia está usando un medio de comunicación público como si fuese un medio de comunicación privada: pararse en una caja en el medio del parque y pedir a gritos que le devuelvan el descalifragilisticador versus llamar por teléfono a perencejo y decirle que le lleve el descalifragilisticador. Ahí entra la mensajería instantánea, que en escencia es como una llamada telefónica, pero en texto. Curiosamente esto también tiene su cuota de problemas, notoriamente:
01:32 AM Pedro: ¿estás?
01:33 AM Pedro: necesito que me traigás alcohol y gaza porque mi vecino se acaba de volar un dedo
01:35 AM Pedro: mae, en serio necesito eso, está sangrando muy feo
01:39 AM Pedro: dice que siente que se va a desmayar… bueno, supongo que venís de camino…
01:44 AM Pedro: mae, yo sé que vivís al otro lado de la cuidad y todo, pero manda güevo, ya hace más de diez minutos que te pedí el alcohol y la gaza, manda lapa!
01:45 AM Pedro: este mae está haciendo feo, socale por’fa
01:54 AM Pedro: mae, ya no te apurés, este mae ya se fue en la tira… ¡gracias por nada!
¿Exagerado? No realmente… no pocas veces me ha pasado que llego a las 8 am a la computadora y me encuentro con el equivalente de eso. Hasta hoy nadie se “ha ido en la tira”, pero por la forma en la que algunos de mis contactos (ab)usan de la mensajería instantánea ya nada me va a sorprender. Hay gente que insiste en usar ese medio, sin importar si el estado dice Away (“yo sé que sí estás ahí”), Do not disturb (“eso no se refiere a mi”, sí, sí se refiere vos, hay solo una o dos personas a las que no aplica y vos no sos una de ellas) o incluso Offline (“cuando se conecte va a leer esto”). Ese abuso se ve reflejado también en este otro tipo de episodio:
11:32 AM Pablo: ¿estás?
11:32 AM Pablo: Es que ocupo que me des tu opinión de esto
11:32 AM Pablo: Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque.
11:32 AM Pablo: Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, atención, sino porque ello representaba un acto generoso que contribuía a afianzar la sensación de comunidad.
11:32 AM Pablo: Además, su abuela no estaba enferma; antes bien, gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
11:33 AM Pablo: Así, Caperucita Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque.
11:33 AM Pablo: Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él.
11:33 AM Pablo: Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.
11:33 AM Pablo: ¿Qué te parece?
11:34 AM Pablo: ¿No te gustó?
[ En este momento mi estado cambia de “disponible” a “no disponible” ]
11:36 AM Pablo: Si no te gustó, decime con confianza…
No sé, ¿no resulta un poco obvio que esto debió haber sido un correo electrónico desde el inicio?
Que me devuelve al comienzo: si yo quiero que mi contraparte reciba algo en diez segundos, se lo mando por correo electrónico. No sé si lo va a leer en diez segundos, pero ignorando circunstancias especiales, por lo menos se que lo recibió. La frugalidad de la mensajería instantánea es tal que si cuando Pablo quería que yo leyera su última creación artística yo estaba en el teléfono (y por eso no podía atenderlo), podría ocurrir que antes de que yo vuelva a prestarle atención a esa ventanita se vaya la luz, me vaya a almorzar, llegue alguien, o simplemente apague la computadora sin darme cuenta. Con el correo electrónico no pasa eso. El mensaje llega esté o no esté yo disponible. El texto se preserva en una forma tal que es legible, ¡hay algo así como párrafos y no simplemente cortes de línea!
Sin embargo la gente le ha desarrollado alguna clase de fobia al correo electrónico. Sutana podría haber mandado un correo electrónico a Perencejo por ejemplo. Pablo me podría haber mandado su más reciente creación por correo electrónico también. Tiene la ventaja que las cosas privadas se mantienen privadas (dentro de lo razonable), pues le llegan a quien le tienen que llegar y a nadie más, y encima de eso no son efímeras. Pero el correo electrónico tiene algo que hace que la gente no vea eso. Tiene que ver con los patrones de uso de la gente. De como la gente (no) lee su correo. La gente recurre al correo cuando tienen que mandar un archivo, casi que cuando se ven obligados a utilizar el correo electrónico (y acá nótese que en ciertas circunstancias hay mejores formas de compartir archivos). Cuando el correo electrónico mató a la correspondencia de papel, mató también la habilidad de la gente para escribir. Hoy en día si ocupa más de 140 caracteres es muy largo. Y eso está matando la habilidad de la gente para leer. De ahí sale naturalmente la fobia que mencionaba: si no puedo leer y mucho menos escribir, voy a optar por los medios que eviten que tenga que hacer eso.
Lo siguiente que voy a ver en un futuro cercano será a Pablo tratando de mandarme su novela, que el creerá digna de un Nóbel, en puñitos de 140 caracteres. Así que mejor me curo en salud y simplemente no abro cuentas en Twitter y Facebook…
(El extracto del cuento de la caperucita salió de por acá).