07-12-2009
Hoy hace quince días Honduras se despertó con un presidente de menos y Costa Rica con un presidente de más. Desde nuestro punto de vista, lo que se dice en Honduras al respecto debería ser irrelevante, ese es un problema de ellos. También desde nuestro punto de vista lo relevante es que un presidente electo de manera constitucional fue forzosamente removido de su cargo, secuestrado y expatriado. Desde nuestro punto de vista la pregunta es cuándo será Zelaya reinstalado en su cargo. Lo que pase después de eso — en tanto sea constitucional de acuerdo con Honduras — es problema de Honduras.
Hasta ahí la teoría.
Resulta que en Costa Rica, en este remanso de paz en medio de un escenario convulso, en este altar a la democracia, en este pedazo de cielo en la Tierra, una cantidad no pequeña de gente opina que lo que pasó hace quince días en Honduras está de alguna forma bien, nada menos que los mismo que se designan a sí mismos como adalides de la libertad. Que de alguna forma Zelaya se la buscó (y la encontró). Que era lo mejor para Honduras. Lo aberrante es que hay otros que opinan que es una atrocidad solamente porque están de acuerdo políticamente con Zelaya. En otras palabras, si el depuesto fuese Álvaro Uribe o Vicente Fox entonces estaría bien, pero si fuese Mauricio Funes o Lula Da Silva entonces estaría mal.
Más allá de nuestras fronteras la Organización de Estados Americanos llamó a sus miembros a condenar el golpe y a demandar la restitución de Zelaya en su puesto. Todos lo hicieron, aunque Costa Rica vaciló cuando se planteó a lo interno del Sistema de Integración Centroamericana un bloqueo de fronteras, aunque fuese solo por 48 horas. Instaurado el bloqueo, los exportadores costarricenses clamaron por que se levantara, con más fuerza de lo que Costa Rica clamó por la restitución de Zelaya, pues dañaba sus intereses. ¿A quién le importa la legalidad cuando hay en juego millones de dólares?
Cuando la OEA flaquea Estados Unidos aprovecha la oportunidad y “sugiere” que se lleve a cabo una mediación entre las partes. Va un paso más allá y nomina a Óscar Arias como mediador. Las partes aceptan. Óscar Arias, tratando de aparentar justicia salomónica, indica que primero se deben resolver los problemas simples para luego ver qué se puede hacer respecto a los complejos. ¿Cuáles son esos problemas complejos? Restituir a Zelaya, por ejemplo. Al recibir a Micheletti en San José, se le otorga trato presidencial, es decir se le concede un poquito de credibilidad. Esa credibilidad que los golpistas han buscado con tanta desesperación desde el día del golpe la obtienen nada menos que en Costa Rica.
Honduras es la tercera economía más pobre de América Latina. La mayor parte de su población se ubica bajo la línea de pobreza. Esa población no compra pan y leche en los supermercados. Si se hubiese continuado con la línea propuesta por Insulza desde la OEA, se hubiese impuesto un bloqueo económico a Honduras y los golpistas no sobreviven en el poder quince días. Pero hoy se cumplen quince días y siguen ahí gracias a que día a día han ido ganando un poquito más: tiempo, credibilidad, exposición mediática. En todo caso de rapto se entiende que mientras más tiempo pase más improbable es recuperar al secuestrado con vida. Eso es lo que está pasando en Honduras.