04-11-2012
Hoy en la mañana Vilma Ibarra y Boris Ramírez conversaron con Víctor Ramírez sobre acontecimientos recientes. En algún momento plantearon la pregunta cuáles son las posibilidades para Costa Rica, estableciendo que los extremos serían una Constituyente (que don Víctor lleva años diciendo que no es algo viable) y un conflicto armado (que don Víctor opina que es absurdo). En el medio de esas dos cosas, don Víctor considera que es necesario un cambio en el sistema de nombramiento de los diputados, cosa con la que yo estoy completamente de acuerdo. Tal vez el razonamiento que nos lleva a la misma conclusión sea distinto, en la medida que él ha defendido una y otra vez que el sistema es el responsable de la pobre calidad de los diputados (yo me he ido convenciendo con el tiempo que es cierto que cada pueblo no tiene los gobernantes que necesita, sino los que se merece), mientras que yo abordo el tema desde la falta de representatividad que caracteriza al sistema actual (y por eso creo que no tenemos todo lo que nos merecemos).
Sin embargo en vista de lo ocurrido con la reforma tributaria, no queda otra cosa que preguntarse si es del todo posible reformar el sistema sin recurrir a una Constituyente. Muchos entendemos la necesidad de una Constituyente en términos de que es, por definición, imposible que una Asamblea Constituyente sea inconstitucional. Es decir, no importa qué se resuelva o cómo se resuelva, simplemente no es posible que la Sala IV meta sus tentáculos ahí. Lo que una Constituyente decida es lo que es. Si una de esas decisiones es limitar el alcance de la Sala IV, la Sala IV no puede hacer nada al respecto. En cambio, si ocurriera que por fin se presenta un proyecto de reforma constitucional para limitar el alcance de la Sala IV, es no solo posible sino muy probable que la misma sala decida que tal cosa sea inconstitucional y se eche abajo la reforma. Lo mismo vale para una reforma del sistema para la elección de diputados, dado que la conformación de la Asamblea Legislativa puede indirectamente afectar la conformación o incluso el funcionamiento de la Sala IV. Sí, estoy diciendo que los magistrados de la Sala IV se opondrían a una reforma que les quite poder.
Don Víctor considera que la Asamblea Constituyente no es viable porque no todos los intereses del país estarían adecuadamente representados. Él en alguna medida cree en un poder detrás del poder que sería quien designaría a los constituyentes de forma que sea posible barrer con todas las leyes que estorban (por ejemplo, la normativa laboral) y poner las que desean (por ejemplo “reducir” el gasto). Esto es ciertamente un riesgo, y uno podría presentar como evidencia las votaciones recientes (Óscar Arias, referendo del 2007, Laura Chinchilla) en las que no es posible desconocer que la manipulación mediática tuvo incidencia en los resultados. Yo en eso soy quizás un poco más ingenuo o iluso, pues quiero creer que la gente, enfrentada a la realidad de una elección para Asamblea Constituyente, no podría ignorar el hecho que no se trata de un tanteo para los próximos cuatro años sino una decisión para los próximos 50. Uno podría incluso alegar que el referendo del 2007 es prueba de ello.
Creo que todavía estamos lejos de una crisis pero, igual que Camila Vallejo hablando respecto a Chile recientemente en una entrevista con Vivian Lavín, creo que también para Costa Rica es necesaria, en el sentido de que en este momento estamos haciendo las cosas equivocadas por lo que creemos que son las razones correctas y eso evita que nos demos cuenta que ya vamos camino de la crisis. Así la crisis constituye el evento sorpresivo, desestabilizante y atemorizador que nos permite percibir la realidad por lo que es. La alternativa es que aprendamos del pasado para darnos cuenta hacia donde vamos en el futuro y así podamos realizar los cambios necesarios antes de que el asunto se torne traumático. Para Costa Rica eso significa hacer las cosas por la vía electoral, la cual se encuentra a dos largos años de distancia. La alternativa es la protesta social, pero la manipulación mediática en la que nos hemos permitido caer ha efectivamente anulado esa vía.