La verdad es que Ubuntu apesta

02-05-2013

El fin de semana estaba actualizando una máquina a la que le había instalado Ubuntu hace varios años. Había comenzado a llorar porque la versión que tiene instalada ya no está soportada. Podría haber ignorado el mensaje, excepto que Ubuntu está diseñado bajo la premisa de que el sistema sabe más que quien (nominalmente) lo administra, y por ello insiste una vez y otra también respecto a la necesidad de actualizar.

Había bajado un DVD de la versión siguiente con la idea de que descargarlo durante la noche sería más rápido que hacer click en un botón y esperar una hora a que llegasen todos los archivos necesarios. Oooooh… ¡qué tan equivado estaba! Los mil quinientos megabytes del DVD no pueden ser usados para actualizar un sistema, pues son solo una versión más gorda de los setencientos megabytes del CD-ROM de instalación. Escarbé por aquí y por allá, montando sistemas de archivos desde archivos contenidos en sistemas de archivos montados desde archivos, y no hay un .deb a la vista. Estoy seguro que con algo de inventiva y genialidad es posible hacer lo que yo quería, pero en algún momento uno tiene que admitir que si está gastando media hora tratando de ahorrarse una hora, va rápidamente camino a no ahorrarse nada.

Así que tiré el DVD virtualmente a la basura, y procedí a darle click al botón de “desperdicie una hora adicional de mi tiempo”…

… que se convirtieron en tres.

Una hora para bajar los archivos, casi otra hora esperando que finalizara la instalación, y otra más reparando todas las cosas que el proceso destruyó.

Tal vez acá es necesario algo de contexto para explicar por qué tengo la expectativa de que funcione algo que el conceso general dice que no funciona: tengo multitud de máquinas en las que he instalado Debian (el músculo que mueve a Ubuntu) y he realizado actualizaciones de una versión a la siguiente, a la siguiente y a la siguiente. Actualmente tengo máquinas en las que la primera versión de Debian instalada en ellas fue la 3.0, y han sido actualizadas en forma contínua sin haberlas reinstalado ni una sola vez. Si algo está basado en Debian, yo tengo la expectativa de que las actualizaciones funcionen. No que medio funcionen, sino que realmente funcionen.

Tampoco es como si hubiese tratado de actualizar una instalación altamente modificada, con paquetes salidos de quién-sabe-cuál-repo-personal-y-nunca-mantenido. Era más bien una instalación básicamente “salida de la caja”. Tampoco era una actualización a la versión que salió ayer… o el mes pasado… o para el caso, la que saldrá dentro de tres meses. Es decir, no era una versión publicada en una fecha porque tenía que publicarse en una fecha, sin importar cuántos defectos y problemas tuviera (que, observando desde la distancia, pareciera ser el criterio de publicación de Ubuntu). Era una versión para la que hubo tiempo de arreglar las metidas de pata causas por el fetiche con el calendario.

Si a todo esto le pongo encima que el vaso se ha derramado en múltiples ocasiones, la verdad no sé por qué sigo instalado Ubuntu en lugar de otra cosa. Unity es un desastre de usabilidad, de la misma dimensión que Microsoft Windows 8. Tal vez hace tres años, cuando Ubuntu todavía usaba una versión no adulterada de GNOME por omisión, sí era más fácil de instalar y usar. Pero luego de ver en la práctica cuáles son las consecuencias del proceso de actualizaciones periódicas desde el punto de vista de un usuario común y corriente, las ventajas desaparecen casi por completo. Podría optar por LTS, pero sin las actualizaciones constantes, y sin una necesidad (real o imaginada) de soporte, ¿qué sentido tiene usar Ubuntu en primer lugar?



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