06-29-2013
Los lunes viajo en bus de lado a lado de San José y más allá. No tener que conducir me permite observar y hay días en los que lo que observo son toda clase de infracciones: el chofer que sube y baja pasajeros donde no hay paradas; los otros buses bloqueando intersecciones y rotondas; conductores que hacen giros en doble fila; exceso de velocidad por todas partes.
También veo unos seis oficiales de tránsito en los 20 km por donde me lleva la ruta, pero no hay ninguno escribiendo partes… dizque si hacen eso empeoran las presas, que es puro cuento, dado que lo que están haciendo rara vez ayuda a aliviarlas y a veces en realidad las provocan. Sí es cierto que en las inmediaciones de uno de ellos los choferes se miden un poquito, un poquitito, pero 25 metros después ya van otra vez en la conducta usual.
Parece que sentirnos observados por la ley hace que medio la respetemos… ¿es solución poner cámaras por todas partes? Ciertamente es un negocio al que varios le llevan ganas, y por eso nos dicen con regularidad lo buenas que serían y todos los problemas que resolverían. Los estudios de corto plazo dicen que sí, que hay un efecto positivo, pero los estudios de largo plazo dicen que no, que la prescencia de cámaras no afecta significativamente las tasas de criminalidad.
Los mismos estudios señalan hacia un resultado más consistente: la prescencia de cámaras no reduce el crimen, solo lo desplaza. Nada más hay que ver lo que pasó en el corto plazo en que operaron las cámaras en la General Cañas. Ciertamente hubo un efecto en los conductores: iban a 75 en zona de 60, en lugar de ir a 90 y 100. Sin embargo se desquitaban en el resto de la carretera. La tentación es muy grande: hay que poner más cámaras más seguido, cosa que las empresas que las instalan y operan respaldan con entusiasmo.
A largo plazo las cámaras en realidad se convierten en un problema, pues su fuente de financiamiento son las multas que se aplican. La trampa está en que si la conducta de la gente cambia suficiente, dicho financiamiento desaparecería y tendríamos que pagar de otra forma para seguir operándolas. Si no se consigue una fuente alternativa, se tienen que quitar, y volvemos a la situación anterior. Rápidamente esto se convierte en un círculo vicioso en el que se ponen cámaras, se cambia la conducta, se quitan cámaras, se revierte la conducta.
El problema subyacente es precisamente que las cámaras no cambian la conducta de la gente, solo la limitan. Por ejemplo, en el caso de las cámaras de tránsito, la gente que no quiere cambiar su conducta, pero sí quiere evadir la multa tiene a su disposición muchos recursos, Waze por ejemplo, que los habilitan para tal cosa.
Así las cosas, parece que colocar cámaras nos condena a eventualmente pagar más impuestos para mantenerlas, pero como acá en Costa Rica hay una alergia crónica a eso, lo que realmente sucedería es que se quitarían recursos de otros programas necesarios y beneficiosos para combatir lo que al final del día es un comportamiento antisocial.
La solución sostenible es más difícil: la acción ciudadana. Si cada uno de nosotros denuncia la conducta antisocial, podemos cambiar la conducta de la gente. Y no es necesario que la denuncia sea ante un tribunal, puede bien ser ante la contraloría de servicios de una entidad pública o el departamento de recursos humanos de una empresa. Anote la placa, el sitio, la hora y cuando pueda, haga una llamada telefónica. Usualmente son contestadas con un “gracias”, pero si suficiente gente lo hace, eventualmente la institución o empresa comenzará a sentir la presión.