Sobre nuestro enfermo sistema electoral

01-03-2006

Tenemos un sistema de elección conceptualmente enfermo. Hablando con diversos funcionarios de gobierno en varios poderes de la República me han explicado una y otra vez que nuestro sistema tiene un fin: elegir.

Por eso el voto blanco es mantequilla. “No me gusta ningún canditato” no es una opinión valedera en nuestro sistema. Por eso el voto nulo es igualmente ignorado. Existe mucha confusión en la gente pues en diversos organismos (e.g. Asamblea Legislativa) el voto blanco tiene valor, mas la intención del valor asignado es la misma: que se produzca la elección.

Aún más enfermo es nuestro sistema para elegir diputados y regidores: se define el “cociente” como la cantidad de votos válidos dividida entre el número de plazas a repartir. Esto es, todos los votos que expresan claramente una preferencia y únicamente esos divididos entre la cantidad de puestos (digamos, 57 en la Asamblea). Para decidir cuántos puestos recibe cada partido (es imposible participar en una elección si no se ha inscrito un partido político y este a su vez ha inscrito candidatos) se divide el número de votos válidos recibidos por el partido y se divide entre el cociente (CE136). El código electoral no dice explícitamente que estas divisiones deban ser enteras (o sea, ¿5/3 da 1 ó 1,66…?) pero dada la redacción del texto sospecho fuertemente que ese es el caso.

Para hacer las cosas fáciles: digamos que el número de votos válidos recibidos es de 10 mil, y el número de plazas a repartir es de 10. Esto da un cociente de mil. Digamos que los partidos recibieron 3001, 2800, 1500, 999, 400 y 300 votos (A, B, C, D, E, F respectivamente). Haciendo la división entera indicada anteriormente eso da 3, 2, 1, 0, 0 y 0 respectivamente. Es decir, se reparten 6 puestos. ¿Y los otros cuatro?

Un aplauso para el “subcociente”. Se define como cualquier cantidad mayor o igual a la mitad del cociente pero menor al cociente. En el ejemplo es cualquier número entre 500 y 999. Al aplicar el procedimiento descrito en CE138, se efectúan las divisiones anteriores, y los residuos respectivos son 1, 800, 500, 999, 400 y 300. Ordenados de mayor a menor son 999 (D), 800 (B), 500 ©, 400 (E), 300 (F) y 1 (A). Eliminado los menores a 500: 999 (D), 800 (B) y 500 ©. Así, la asignación es un puesto para D, B, y C, o en total: 3, 3, 2, 1, 0, 0. Hmm… todavía sobra un puesto.

Repita el procedimiento: como los residuos son los mismos, hay que asignar un puesto más a D, B y C. Pero como solo hay un puesto libre, el único que recibe un puesto es D.

Así, el resultado de esta elección es: A con tres diputados, B con tres, C con dos, D con dos. E y F quedan mirando pal’techo.

¡Momento! ¿Qué pasó aquí? El partido con 3001 votos saca tres diputados, el que obtuvo 2800 saca también tres diputados, el de 1500 saca dos y el que sacó 999 votos saca también dos. A, con más de tres veces más votos que D, saca solo un diputado más, es decir, en término de representación tiene solo un 50% más. ¿Suena eso como un sistema “democrático” y “representativo”?

Nótese también que si la persona que votó por A en su lugar hubiese votado por D el resultado de la elección hubiese sido completamente distinto: B con cuatro, A y C con tres, D con uno.

Sí, el ejemplo presentado es esquinero, pero no tanto como aparenta. Dado que los números reales son un poco más altos (el cociente son varias decenas de miles) tal vez esta situación no se ve tanto en la práctica, o, alternativamente, el periodista que la pudo haber subrayado en su momento no lo hizo en razón de contener matemática muy compleja y que por tanto no se vende bien en el diario.

En su momento se presentó un recurso ante la Sala IV, por parte de renovación costarricense, creo, en el sentido de que este sistema favorece a los partidos grandes. La Sala razonó que eso no es cierto, pues en realidad se discrimina en contra de los partidos insuficientemente favorecidos (E y F en el ejemplo) y que eso es una característica deseable del sistema para evitar los partidos “de familia” y por ello no constituye un defecto. (La Sala, sobra decir, no lo expresó con este lenguaje)

Quienes programamos expresamos eso de otra forma: es un defecto, pero el programador fue demasiado perezoso y no “se sintió inclinado” a buscar un algoritmo que funcionara bien sino que se conformó con aquel que era apenas satisfactorio y ahora es más fácil ignorar el problema que repararlo.

Menos crítica y más proposición…

“Voto preferente.” Entre otros, Kevin Casas, candidato a vicepresidente de la República, es detractor de la idea de reformar el sistema electoral para incorporar el llamado “voto preferente” pues piensa que promueve, entre otras cosas, el clientelismo político (como si el actual no lo hiciese). Habiendo participado varias veces como votante en un sistema donde se utiliza el voto preferente no puedo concordar con la noción de que lo uno y lo otro van de la mano. Claro, la comunidad en la cual utilizamos este sistema de elección es políticamente madura y tenemos afinidad para con la idea de pensar y razonar nuestro voto.

En otra ocasión escribiré respecto a cómo funciona en general un sistema de voto preferente, pero ahora me voy a limitar a decir que lo que logra es asignar la representación a quienes la mayoría de los votantes desea y no tiene vicios como el expuesto anteriormente.



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