“La religión es el opio del pueblo”

06-12-2006

Esa es quizás una de las citas sociopolíticas mejor conocidas y al mismo tiempo más incomprendidas, tanto que frecuentemente hasta mal se traduce (“la religión es el opio de los pueblos“).

El texto original del cual esta cita es extraída dice:

Das religiöse Elend ist in einem der Ausdruck des wirklichen Elendes und in einem die Protestation gegen, das wirkliche Elend. Die Religion ist der Seufzer der bedrängten Kreatur, das Gemüt einer herzlosen Welt, wie sie der Geist geistloser Zustände ist. Sie ist das Opium des Volks.

que en mi propia libre trauducción dice:

El sufrimiento religioso es por un lado la expresión del verdadero sufrimiento y por el otro la protesta en contra del verdadero sufrimiento. La religión es el suspiro de la creatura agredida, el sentir de un mundo sin sentimientos, y el alma de las condiciones desalmadas. Es el opio del pueblo.

El autor continúa para explicar como la remoción de la religión como la felicidad ilusoria del pueblo se constituye en la demanda de una verdadera felicidad. El reto a abandonar las ilusiones sobre el estatus propio es el reto a abandonar su propio estatus, que requiere de dichas ilusiones para continuar siendo.

En este sentido la religión es tan solo un reflejo del sufrimiento y no — como usualmente se usa esta cita — el medio de domesticación del pueblo. La religión, como el opio, trabaja directamente sobre la imaginación para generar causas ilusorias y soluciones ilusiorias del y para el sufrimiento. La religión es entonces el autoengaño que permite a la gente evadir la búsqueda de las verdaderas causas y las verdaderas soluciones.

Ahora lean nuevamente el texto, reemplazando mentalmente “religión” por “fútbol”.

El fútbol es la religión del siglo XXI.

La prueba se encuentra al ver que un comentario sobre la condición actual de la sociedad y el despeñadero por el cual se camina genera una reacción nula, pero una tripa de comentario respecto al marcador del partido saca a una docena de hijos de vecino de debajo de su piedra y los pone a discutir respecto a si falta o no falta coraje para decir las cosas como son, que si es nacionalismo o vendepatrismo, que si ignoran o no saben lo que están haciendo et cétera, et cétera, et cétera.

Me han insistido en múltiples ocasiones que para qué me hago mala sangre sobre algo que no vale la pena, pero el punto es el mismo que se hacía hace 150 años: el fútbol es, en buen español, la negación de la realidad, el escape de la realidad y por tanto no es algo que no vale la pena sino el asunto central.

Me han insistido que son ignorantes en una paupérrima condición que solo tienen acceso a eso como vía de escape y que por ello no se les debe quitar. Precisamente por eso es que se les debe quitar: esa negación de la realidad es la que perpetúa su paupérrima condición.

Me han dicho hasta el cansancio que les da un sentido de pertenencia, de unión, que de otra forma no consiguen: vayan a decirle eso a las familias de la veitena de carajos que estaban el viernes al medio día ahogando sus penas en una cantina de San José o a las esposas e hijos que fueron agredidos ese día en la noche porque once inútiles a diez mil kilómetros de distancia perdieron un partido.

Es entristecedor ver como el Señor Presidente se llenó la boca diciendo que ni aún invirtiendo todo el presupuesto nacional en publicidad para el país se habría logrado lo que se logró en 90 minutos el viernes pasado. Tal vez el Señor Presidente debería pensar antes de hablar y darse cuenta que de haberse invertido todo el dinero que se ha invertido para que se llegara a esos 90 minutos en soluciones de vivienda y programas de asistencia para el millón de personas que viven bajo la línea de pobreza entonces tal vez no tendríamos a nadie en esa condición.

Simple y llana perpetuación del opio…

PS: Sin agravios para tetrabrik.



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