Porque en el instante que el avión toca el suelo y el piloto dice “por favor mantengan sus cinturones de seguridad abrochados y sus celulares apagados hasta que lleguemos a la puerta de desembarque” se escucha un concierto de *clicks* y *tara-raaaaaááás* que resulta ensordecedor.
Primero vinieron por los dibujos y no me importó porque no era dibujante. Luego vinieron por la música y no me importó porque no era músico. Después vinieron por las semillas y no me importó porque no era agricultor. Seguidamente vinieron por los algoritmos y no me importó porque no era programador. Y de último vinieron por mis genes, y ya no podía hacer nada porque para ese momento ya todo lo demás era de ellos.
Siempre me asombra la gente que se niega a sí misma el placer de una lectura repetida de un libro. Ver una película una segunda vez resulta entretenido — si la película es buena, o incluso revelador — si la película es muy buena, pero una segunda lectura es más que eso, es refrescante.
La parte difícil es admitir que aquellos en quienes depositamos confianza nos han estado diciendo que hagamos cosas que no son enteramente para nuestro beneficio sino también para mantenernos agarrados por los huevos. Después de eso, el resto es fácil.
Un día de estos me dijeron la revolución ya no es posible, ahora lo único que queda es trabajar con el sistema y cambiarlo desde dentro.
En otra página pensaba que es raro como hay gente que apoya la revolución, donde sea, cuando sea, del color que sea y en la forma que sea, excepto si es en su propia nación y en su propio tiempo.
…
Soñé que camino al trabajo me paraba una periodista de esas del noticiero rosa el viernes en la mañana y me preguntaba en vivo “¿cómo va a quedar el partido?” y yo le contestaba “¿cuál partido?”
De acuerdo con Óscar López el PASE no tiene ideología más allá de no ser ni de izquierda ni de derecha y eso es bueno. Habiendo dicho eso procede a atacar las asociaciones entre los liberacionistas y los libertarios por desconocer (negar) sus propias ideologías.
Y para terminar de hacerla, expresa esta opinión a la luz de la carta que la vuida de don Rodrigo Facio enviase recientemente a la dirección del PLN.
Venía sintonizado a escribir otra cosa, de pasiones, aromas y amores. Venía sintonizado a escribir como existimos aquellos para los cuales un olor es suficiente para reconstruir un momento, una prescencia y una persona. No, miento. A esa única persona. De como cerramos los ojos en ese instante y ahí está, en nuestras manos, en nuestros brazos y en nuestros labios…
Pero ellos no quieren que escriba eso. Así que se queda para ella, para mí, para nosotros.
Visto, pero no por casualidad:
H 32 alto pelo negro conversador simpaticón NO BUSCA M
inteligente atractiva de enloquecedor aroma. YA TIENE Y ES
FELIZ.
¿Me cachaí?
Insistió otra vez: “¿Qué es un fotón?”
“Una pequeña palabra fuente de muchas migrañas” fue su respuesta, y no pudo evitar que se dibujara una sonrisa en su rostro.
“¿Te estás riendo de mí?” exclamó con algo de molestia.
“No, en absoluto. La idea del fotón tiene menos de un siglo de existir, pero el problema que representa es milenario.”
“No entiendo.” La frustración comenzaba a aflorar en el timbre de su voz.
En esta parte del mundo se va la luz… perdón, se interrumpe el fluído eléctrico con irritante frecuencia. En otras partes del mundo una interrupción de esa clase es motivo de titulares en el periódico, pues ocurre tal vez una vez en cuatro años. Por cinco minutos.
Pero en lugar de verlo como un acontecimiento irritante uno puede aprovechar la oportunidad.
¿Sino cuándo está tan silencioso como para comenzar a escuchar nuestros pensamientos?
Soy bautizado católico pero nunca hice catecismo, al menos no en el sentido que otra gente lo hizo: domingos por la mañana, después de misa, juntarse a aprender padrenuestros y avemarías. No, eso no me tocó. Mis padres estaban más (pre)ocupados enseñándome otras cosas y se les “olvidó” …
La maestra en cambio, pensando en “la misa de sextos”, si se preocupó por el problema. Habló primero con mi madre y luego, con el beneplácito de ella, con el profesor de religión a fin de enmendar la falta.
Llevan en esto millones de años. Cuatro mil quinientos millones para ser más exactos — y acá ella sigue su predispocisión genética de “no decir toda la verdad” sobre su edad, así que seguramente son cuatro mil seiscientos treinta y cuatro, así que igual vamos y le mentimos: ¡pero si no aparentas ni un millón pasada de los cuatro mil! Lo que es seguro es que ninguna cede: la una, ya pálida, tira para su lado y la otra, tierrosa, para el suyo.